El Puente Colgante de Valladolid, también conocido como el Puente de Hierro, constituye uno de los elementos urbanos históricos más característicos e identificadores de Valladolid, imagen icónica de la relación de la ciudad con el río Pisuerga.
Ubicado junto al Monasterio de Prado, a las afueras del conjunto histórico de Valladolid, su construcción se configura como un hito dentro de la arquitectura del hierro en España, por ser el primer puente construido en España y el cuarto de Europa, con el sistema de arco atirantado conocido como Bow-String (arco-cuerda). Este sistema fue presentado en la Exposición Universal de París, como lo más avanzado de la ingeniería inglesa. La primera aplicación en España de este sistema tuvo lugar en Valladolid en 1865, con el Puente Colgante y, aunque no tuvo al principio mucha aceptación, se fue popularizando en los primeros años del siglo XX.
La fabricación en hierro forjado y fundido del Puente Colgante de Valladolid se llevó a cabo en Inglaterra, por John Henderson Porter, en los talleres de Ebro Works en Tividale, cerca de Birmingham, según consta en dos inscripciones conservadas en el Puente. En abril de 1864 se realizó la prueba de carga que resultó todo un éxito, inaugurándose el 20 de abril de 1865.
Desde ese momento y hasta la actualidad, el Puente ha conservado su uso, si bien ha sufrido numerosos trabajos de mantenimiento y reparación que han permitido el tránsito rodado hasta nuestros días, sin perder su diseño original y sus valores simbólicos y estéticos, que han convertido su imagen en símbolo inequívoco de la ciudad de Valladolid.
Por todo ello, el Puente Colgante de Valladolid constituye un elemento patrimonial único, relevante ejemplo del avance tecnológico de una época, hito den el contexto de la arquitectura de hierro en España al ser el primer puente construido en nuestro país y el cuarto en Europa con el sistema arco-tirante, abriendo de este modo el camino a la implantación de esta tipología de puente carretero metálico en el resto del territorio nacional. En él confluyen un conjunto de valores históricos, técnicos e inmateriales singulares y excepcionales que lo convierten en un bien único en el patrimonio cultural de nuestra Comunidad, que ha sobrevivido hasta nuestros días en buen estado de conservación.